Lo que todo hombre debe saber
Es importante recordar que como hombres a lo largo de los años podríamos olvidar nuestra identidad como hijos de Dios. Identidad que fue asignada desde el momento de la creación (Génesis 1:26-27). Esa identidad dada por Dios nos califica como hombres con un valor y dignidad ante sus ojos. Sin embargo, con el pasar de las generaciones, como hombres nos hemos enfrentado a tiempos difíciles en los que poco a poco se ha ido tergiversando la aceptación y entendimiento del diseño original de Dios para nosotros.
Hemos crecido en entornos en los que la productividad del hombre fundamenta su valor; llevándonos a experimentar diferentes exigencias con respecto a nuestro actuar, ya que, desafortunadamente la masculinidad ha sido modelada y enseñada desde el no parecer “débil” o vulnerable delante de los demás.
Sin duda, esto ha desencadenado que generación tras generación se repliquen modelos de un ejercicio de la masculinidad no acorde con la identidad provista por Dios; más bien se expresa el “poder sobre” a cualquier precio invalidando así el orden de Dios para la relación hombre-mujer y con su entorno social.
Actualmente estamos viviendo uno de los tiempos más difíciles; la tecnología, el entretenimiento, los retos económicos, el feminismo y sus diferentes corrientes, el machismo entre otros, hacen que hombres y mujeres vivan un desafío diario en mantener una relación saludable.
La postmodernidad actual contribuye para que el hombre entre en un proceso de secularismo en el que no se reconoce a Dios como la fuente de identidad y, por consiguiente, al no vivir nuestra identidad de manera bíblica, nuestra forma de vivir, nuestras relaciones y nuestro entorno tienden de manera básica a un deterioro progresivo.
Evidenciamos esto cuando nos cuesta cada vez más el comunicarnos asertivamente, expresar nuestras emociones o entablar una conversación sana con nuestra pareja, amigos líderes o compañeros. Por ejemplo, ante la pregunta ¿Cómo te fue hoy?, creemos que con un “bien” es más que suficiente, considerando nuestras experiencias o sentimientos poco importantes. Así mismo, luce evidente que una identidad deteriorada, a la luz de Dios nos inhabilita el disfrutar de unas prioridades organizadas ya que por las múltiples ocupaciones descuidamos lo que es verdaderamente importante y primordial.
Ahora hablemos de nuestra intimidad emocional y física. Esta sin duda se verá afectada ya que no lograremos entender las relaciones bajo el modelo bíblico, sino que estas se convertirán en una carga emocional que no nos permitirán expresarnos libremente. Nuestra libertad se verá afectada, estaríamos expuestos a experimentar que esta puede ser coartada, sentirnos con cierta asfixia en esa relación provocando así que busquemos aislarnos de nuestro entorno. Por último, y de forma muy desafortunada vemos como con frecuencia que hacia lo interno de determinados matrimonios se evidencian infidelidades que se “justifican” con el argumento de la monotonía, el aburrimiento y la incapacidad de sostener relaciones sólidas y duraderas. Buscar satisfacer el cuerpo con contenido pornográfico, con la masturbación y diferentes pecados sexuales que sin duda atentan contra el diseño de Dios.
Lo anterior se evidencia en Eclesiastés 3:11 en donde la Palabra nos expresa que Dios ha puesto eternidad en el corazón humano, por lo tanto, en varia ocasiones se busca llenar la Eternidad del corazón con relaciones o decisiones superficiales y pasajeras, cuando lo que realmente es oportuno que el cuerpo, alma y espíritu encuentren ser saciados por Aquel quien es eterno: Dios.
Nuestra necesidad de construir relaciones sanas, comunicarnos de manera asertiva, administrar nuestro tiempo, dinero y trabajo de manera adecuada; comienza cuando comprendemos que no lo podremos alcanzar si primero no le damos a Dios el derecho de actuar no solo en nuestro corazón sino también que haga una gran cirugía en nuestra manera de pensar y aprender a ver el mundo como Él lo ve.
También cuando reconozco que tengo una profunda necesidad de Jesús; y delante de Él acepto que tengo heridas profundas causadas tal vez desde mi niñez o adolescencia y que hoy se presentan como una realidad que con el paso de los años me ha llevado a entender mi masculinidad de manera inadecuada.
Debo aceptar que uno de los puntos de partida para el fracaso de nuestras relaciones es el mal manejo de nuestro tiempo, ya que nos quejamos de no tener suficiente para cumplir con nuestras metas y objetivos y diferenciar entre lo urgente e importante. De hecho, en el afán de atender los asuntos urgentes nos olvidamos de lo primordial como: cuidar, atender y disfrutar a nuestra familia llámese esposa, hijos, padres, hermanos y porque no a nuestros amigos y cercanos.
Mira lo que dice el libro de Eclesiastés capítulo 3 versículos 9 al 14 “¿Qué provecho saca quien trabaja de tanto afanarse? He visto la tarea que Dios ha impuesto al género humano para abrumarlo con ella. Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin.
Yo sé que nada hay mejor para el hombre que alegrarse y hacer el bien mientras viva; y sé también que es un don de Dios que el hombre coma o beba y disfrute de todos sus afanes. Sé además que todo lo que Dios ha hecho permanece para siempre; que no hay nada que añadirle ni quitarle; y que Dios lo hizo así para que se le tema”
Si hoy te has sentido identificado con alguna situación que te ha alejado del diseño original de Dios para tu vida, tu familia y tus relaciones; te invito a que no huyas más de tu Padre Dios. Él es el único que te puede ayudar para ser el hombre que Él soñó aún antes de la fundación del mundo. Tú eres un hombre escogido por Dios, creado para grandes y portentosas cosas y aun cuando el enemigo a través de las ideologías, y movimientos en tu entorno social y familiar haya intentado apartar tu corazón de tu verdadera identidad, confiamos en que aun en medio de esto, se levanten hombres como tú con un corazón sincero y con temor de Dios, que estén dispuestos a pasar por procesos en su corazón con el fin de ser el hombre que levanta a su familia, que provee y guía con sabiduría a su hogar.
La Palabra de Dios dice en 1ra. Samuel 16:7: “Pero el Señor dijo a Samuel: No mires a su apariencia, ni a lo alto de su estatura, porque lo he desechado; pues Dios ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón.
Apreciado Amigo, el Dios que yo conozco es un Dios de oportunidades, nos regala un nuevo día porque tiene la confianza de lo que podemos hacer para su gloria y alabanza.
Si bien vivimos en un mundo difícil, tenemos el desafío de hacer la diferencia. Fuiste colocado en tu familia, en ese trabajo, en esa Iglesia y en esta sociedad no por pura coincidencia sino con un propósito divino el cual se cumplirá.
El solo espera por ti, que lo coloques en el centro de tu corazón y de tu vida; que lo invites cada día, y hagas de Él lo más importante para ti.
Te animo a intentarlo
DIOS TE CONTINUE BENDICIENDO